Juego de tronos
Julio Burdman, un politólogo
kirchnerista, llamó recientemente la atención sobre algo importante de lo que,
lamentablemente, se habla poco en la Argentina : la falta de federalismo político. De
cualquier modo el autor lo planteó de un modo curioso: en un artículo que circula por la web, recordó que el Norte Grande, vale decir las diez provincias
que forman el NOA y el NEA, concentran al 20% del electorado nacional, cifra
nada despreciable si se intenta ser presidente; de allí que este pensador del
oficialismo juzgue a la región como fundamental para retener el poder, ya que,
aún perdiendo en el centro del país (o sea aún perdiendo en los distritos
argentinos más poblados como Capital Federal, Córdoba o Santa Fe, en donde el
kirchnerismo es poco tolerado), el caudal electoral del Norte Grande puede
compensar esos votos mezquinados por los habitantes de las prósperas pampas del
país.
Burdman recuerda que los votos
que recibió el kirchnerismo en 2011 en provincias como Formosa o Santiago del
Estero fueron ridículamente abundantes. El problema es que este “intelectual”
atribuye esa ciega adhesión norteña al kirchnerismo al hecho de que la
presidencia realizó una importante “inversión pública” en la región. Lo que no
aclara el hebreo, claro, es que ese dinero no se destinó al crecimiento
ordenado de las provincias, sino que fue a parar a las arcas de los
gobernadores, para que ellos lo distribuyan discrecionalmente y hagan
politiquería con los billetes en la mano. A raíz de ello es que el Norte Grande
–superpoblado de empleados públicos y de beneficiarios de planes sociales–
produce escasas riquezas y falla a la hora de redistribuir lo conseguido.
El NOA y el NEA son, sin dudas,
las regiones más postergadas del país. Nadie puede negar que esas porciones del
país son las que le cuelgan a la
Argentina el cartel de “nación tercermundista”. Ni siquiera
la pujante Salta se salva de tener a decenas (o tal vez centenas) de niños
muertos por desnutrición. En un escenario así, ha sucedido lo obvio: la política
se ha feudalizado, por ello el oficialismo cosecha en la región unos resultados
que avergüenzan a la democracia, por ello la política local se ha tiranizado.
Ninguneados
Burdman, pensando en el norte del
país, sugirió que el vicepresidente propuesto por el kirchnerismo debía ser,
precisamente, un norteño. Sin embargo hoy por hoy la política argentina no toma
en cuenta el aspecto geográfico para operar: nueve candidatos presidenciales
provienen del área metropolitana (Capital Federal o su cinturón suburbano), dos
de Mendoza, uno de Córdoba y otro de San Luís. Los últimos cuatro tienen
chances minúsculas de ganar la elección, en tanto que de los otros nueve hay
por lo menos tres (Daniel Scioli, Mauricio Macri y Sergio Massa) que pueden
llegar a sentarse en el Sillón de Rivadavia.
Los vicepresidentes, cuya figura
se supone que debería compensar el déficit federalista de las fórmulas
presidenciales, son hombres y mujeres provenientes de los mismos distritos ya
citados; la única excepción es, ciertamente, Gustavo Sáenz, actual intendente
electo de la ciudad de Salta y candidato a vicepresidente de Sergio Massa.
Dicen que Massa buscó a Laura
Montero de Mendoza, luego a Sonia Escudero (la ex–Senadora por Salta), y
terminó eligiendo a Sáenz. Al parecer Massa estaría siguiendo la estrategia
propuesta por Burdman con el fin de empujar hacia arriba a su alicaída
candidatura. Sin embargo el Norte Grande tiene un problema cultural muy profundo que le juega en contra al bonaerense: los “norgrandeños” no se reconocen como
tales, ya que la región es una mera invención académica sin un mínimo de
arraigo en la cultura viva de las provincias; es decir un jujeño, por ejemplo,
se autopercibe como jujeño y no como “noroesteño”, y mucho menos como
“norgrandeño” (de hecho, hasta al día de hoy, existe un ridículo sentimiento de
enemistad entre la mayoría de los habitantes de las provincias vecinas). Por tanto, fuera de
Salta, a nadie en la región administrativa del Norte Grande le importa
realmente que Massa haya escogido a Sáenz como compañero de fórmula. Aunque la
realidad no debería ser así.
La reacción
José “Gallito” Gutiérrez es el
perfecto exponente de la política oficialista del Norte Grande. Este infeliz
declaró en una entrevista radial que aquel que no lo acompañara en su campaña,
no recibiría uno de los módulos habitacionales que, supuestamente, él se había
encargado de “gestionar” para el beneficio de los vecinos del departamento
Burruyacu, en la provincia de Tucumán. Sin ningún prurito, el legislador lanzó
una amenaza a la población que deja en evidencia el modo en que estos sujetos
confunden lo público con lo privado, el servicio a la comunidad con los favores
personales, y el partido con el Estado. Gutiérrez merecía uno de esos famosos
linchamientos mediáticos que lo obligasen a renunciar a la política (al menos
por un tiempo), pero la indignación que el episodio levantó fue sólo pasajera,
ya que a nadie asombra lo que es cotidiano.
Ante esas muestras de prepotencia
e impunidad naturalizadas, la oposición sólo tiene un camino: unificarse. Es un
todo o nada. En Jujuy, Tucumán y La
Rioja , se han formado frentes amplios –similar al que venció al PJ en Mendoza– para competir en las próximas elecciones. En Catamarca y
Santiago del Estero, en cambio, la oposición va dividida y tiene más
posibilidades de perder que de ganar, mientras que en Salta fracasó
insólitamente la unión entre Juan Carlos Romero y Alfredo Olmedo. (En el NEA el
escenario no es muy diferente: la oposición formoseña va casi toda unificada y
la misionera va dispersa, mientras que en Chaco el frente de unidad opositor
perdió -como en Salta- contra el oficialismo, y en Corrientes, único bastión
no-kirchnerista del Norte Grande, las opciones electorales se multiplican ante
los ojos del votante indeciso).
De todos modos es difícil
predecir qué sucederá si la oposición unida gana en una provincia. Ni Jujuy, ni
Tucumán, ni La Rioja
son Mendoza, el equilibrio socioeconómico en el NOA no es el mismo de Cuyo, por
lo que es probable que los gobiernos de unidad sufran de una gran presión que
les será difícil pilotear (el ejemplo de un proyecto opositor unificado en el
gobierno es Catamarca, provincia que estuvo por mucho tiempo administrada por
la coalición Frente Cívico y Social, la cual se flexibilizó ante el
kirchnerismo y terminó siendo abatida por Lucía Corpacci, una referente de ese
espacio que un día terminó por cambiar de lealtades y convertirse en embajadora
provincial del gobierno nacional).
¿Es posible el norteñismo?
La esperanza blanca del Norte
Grande es, hoy por hoy, Juan Manuel Urtubey. El problema es que el gobernador
salteño no podrá hacer el asalto al poder nacional hasta dentro de cuatro años.
Mientras tanto –y suponiendo que Scioli gane la elección– deberá obrar como lo
hace ahora: como un soldado de una causa que no es la suya.
El Norte Grande parece condenado
a otro periodo de postergación, con guerra intrafeudal en el medio.
En lo personal creo que la
unificación de fuerzas disímiles es un camino interesante, siempre y cuando ese
proceso se lleve a cabo por interés y no por obligación. Es decir, que hoy en día
la Unión Cívica
Radical se alíe a fuerzas conservadoras y progresistas para derrocar al PJ que
se ha enquistado en el poder, es el producto de una necesidad política, pero no
de un verdadero sentimiento de unificación. Los uceristas del Norte Grande piensan
a nivel nacional, por ello comparten la mentalidad unitaria de los pejotistas (la
cual los lleva a aceptar que su región es una colonia de Buenos Aires que la Metrópolis retiene
porque gracias a ella ganan las elecciones).
Yo creo que el norteñismo sería
una bofetada a esa mentalidad. Políticos jujeños, salteños, tucumanos o de
donde sea, leales no al candidato Fulano de la UCR o al candidato Mengano del PJ (ni siquiera a
un Fulano o un Mengano nacido en el NOA), sino leales a los pueblos
provinciales de los cuales son representantes: ello revolucionaría el escenario
político, por lo que cuesta entender por qué semejante jugada política no sólo
no ha ocurrido aún, sino que ni siquiera esté en los planes de nadie.
Si el regionalismo se introdujese
en la política argentina, es muy probable que la fisonomía del Norte Grande se
vea transformada de un modo positivo.
Hernán Solifrano (h)