La patria subsidiada
En Perú existe la controversia histórica
sobre cómo fue la homosexualidad en la época de los Incas. Básicamente hay dos
grupos de historiadores: los que sostienen que los Incas repudiaron,
persiguieron y castigaron a la abominación sodomita, y los que afirman que, por
el contrario, durante aquellos años existió cierta tolerancia hacia lo
antinatural que normalizó a la homosexualidad, especialmente en las áreas
alejadas a Cuzco.
Los neoindigenistas,
curiosamente, apoyan casi unánimemente a la segunda postura. Entre estos
personajes se encuentra la jujeña Milagro Sala, lideresa de la infame
Organización Barrial Tupac Amaru y actual Diputada Provincial. Para ella la
bandera del arco iris de los aberrosexuales y la bandera del arco iris de los
indios son idénticas. Por ese motivo este año Sala organizó en Jujuy un Encuentro Nacional del elegebetismo, que culminó con un grotesco desfile de invertidos que parodiaba a la Fiesta
Nacional de los Estudiantes con sus carros alegóricos y sus
mil “reinas de belleza”.
Si Chambi hubiese sobrevivido,
hubiese podido hacerse acreedor del bochornoso subsidio destinado a compensar generosamente a travestidos mayores de 40 por la supuesta discriminación que sufrieron a lo largo de su vida. (En rigor de la verdad esta aberración
promovida por Diana Conti en el Congreso de la Nación no ha sido
oficialmente sancionada aún, ¿pero cuánto falta para que suceda?)
Esteban Paulón, uno de los
elegebetistas más influyentes del país, trató de rebatir las razones para oponerse al subsidio para travestidos. Así, de los creadores de “no importa si
los desaparecidos son treinta mil, ocho mil o cualquier otro número porque que
haya uno sólo en esa condición es una aberración”, llega el “los travestis
mayores de 40 son sólo un puñado que es casi imposible avistarlos, por lo que
la cantidad aquí si importa”. El reducido número de hombres maduros fingiendo
ser mujeres se debe, según Paulón, a que su expectativa de vida es de 40 años.
Semejante dato suena a mito urbano: a simple vista pareciera ser que es tanta
la marginación que padecen estos hombres, que la falta de alimentos y las
enfermedades se los llevan en la flor de la vida; sin embargo lo cierto es que muchos
travestis mueren jóvenes a causa de la violencia criminal en la que participan
(es incontable la cantidad de casos de estos sujetos vinculados a la industria
de las drogas), a otros los consumen las adicciones, en tanto que un buen
número de ellos simplemente abandona el travestismo al cumplir los 40,
conscientes de que un hombre que ingresa en la andropausia se ve doblemente
ridículo vestido de mujer.
Otra cosa que sostiene Paulón es
que la homosexualidad no se elige: las personas nacen homosexuales. Esto es
todo una revelación, ya que los elegebetistas se niegan sistemáticamente a explicar
el origen y la causa del gusto por la sodomía. La homosexualidad, para Paulón,
sería igual que la diabetes o la calvicie, cosas que se producen en el cuerpo
sin que uno las desee. La diferencia es que mientras a la diabetes y a la
calvicie se les está intentando encontrar una cura científica, nadie hace lo
mismo con respecto a la homosexualidad.
Algo adicional que se deriva de
la idea de que la homosexualidad no se elige es que, de ser cierta esta mirada,
es evidente que el gobierno estaría privilegiando a gente por ser quienes son y
no por haber hecho algo por el país. Que se le den privilegios a un veterano de
la Guerra de
Malvinas de 1982 o de las Guerras contra la Subversión de la década
de 1970 no me parece escandaloso, puesto que se trata de gente que puso en
riesgo su vida para la grandeza de la patria y la tranquilidad de la población
argentina. Pero que se le de dinero a alguien sólo porque nació homosexual es
lo mismo a que se le de dinero a alguien porque nació obeso, delgado, rubio,
etc., es decir es un subsidio por existir, el único requisito sería el no
haberse suicidado. Si esa es la idea, que los elegebetistas cabildeen a favor
de una renta básica universal y dejen de buscar el promover a los suyos en
detrimento de los demás. Pero, claro, ella no es su idea: estos sujetos lo
único que pretenden es vivir como minoría a expensas de la mayoría, porque no
quieren ser la mayoría, sólo quieren usufructuar sus beneficios de un modo
gratuito; si ello no sucede es porque, para su interpretación de las cosas, la
mayoría constituye una masa malvada, opresora y pestilente que debe ser salvada
de sí misma.
Paulón, como buen mentecato que
es, niega que los subsidios selectivos sean una promoción de la vagancia y una
escandalosa recompensa a alguien que no ha aportado nada útil para su sociedad.
Y, por supuesto, se enfada con la idea de que cualquier mayor de 40 se ponga
una peluca y se anote para cobrar el subsidio, idea, por cierto, que ellos
mismos alentaron a través del diseño de la catastrófica Ley de Identidad de Género (la misma que le causó problemas al finado Chambi y a tantos otros en
situaciones similares).
Para rematar Paulón afirma que
quienes más se quejan del posible subsidio a travestis son la gente
perteneciente al sector socioeconómico ABC1. Le atribuye esa posición al odio
conservador de esas gentes a todo lo que sea “inclusivo”, olvidando el hecho de
que esas personas producen riqueza, por lo que no suelen estar muy contentas
con que un Estado cada día más totalitario se las extraiga y se las entregue a
alguien a quien le encanta “trabajar” acostado.
El broche de oro de Paulón es su
crítica a la religión, aunque más precisamente embiste en contra del
catolicismo. Este aberrosexual acusa al Estado argentino de financiar a la Iglesia Católica , cosa que
considera intolerable. Empero este sujeto omite decir que el mismo Estado
subsidia generosamente a los elegebetistas (la FALGBT , la ONG que encabeza, recibe
dinero del gobierno nacional y de varios gobiernos provinciales). Con la misma
lógica de Paulón, yo podría decir que nadie debe entregarle un centavo a los
homosexuales. ¿Por qué? Porque no me agradan. De todos modos, más allá de los
gustos personales que Paulón o yo podamos tener, la principal diferencia entre
católicos y aberrosexuales es que los primeros buscan incluir a todos, en tanto
que los otros quieren ser un club de privilegiados. Esa discrepancia es clave:
los católicos buscan que todo el mundo sea católico para alcanzar la igualdad
sustentada en la Verdad
y el Amor, mientras que los elegebetistas sólo quieren que todos los admiremos
como seres superiores por el hecho de que ellos se dedican a usar el recto de
un modo equivocado.
Mentirle a los jóvenes
Esteban Paulón, más allá de su
penosa defensa del “Plan TraVajar” o “Pro.Cre.Tra.Vas”, es, como sugerí, un
militante elegebetista muy activo. Paulón es, de hecho, tan apasionado que
suele caer en las arbitrariedades más absolutas y en los fanatismos más
peligrosos.
Un ejemplo: a principios de
noviembre de este año, Paulón hizo circular por Twitter una fotografía de un
manual de educación sexual católico con el que se trabaja en el Colegio del
Salvador, institución escolar parroquial ubicada en el municipio de Yerba
Buena, provincia de Tucumán. En la página capturada por Paulón se lee que, según
el autor del manual, es preciso repudiar a los matrimonios entre homosexuales
por ser ilegítimos (ya que, como es sabido, el matrimonio es una unión entre
hombres y mujeres solamente).
El librito no miente: el
matrimonio entre homosexuales puede ser legal en nuestro país, pero eso no
significa que sea legítimo. La legitimidad es un acto social, que depende de la
coherencia del pueblo no de los caprichos de los gobernantes. Una ley puede
permitir o prohibir cualquier cosa, pero eso no la convierte en deseable para
la sociedad.
De más está decir que, en este
caso, la brigada tucumana del Inadi defenestró al colegio y le exigió a sus
autoridades que le permitieran penetrar en sus aulas para salvar las mentes de
los jóvenes del “lavado de cerebro católico” al que algún docente
irresponsable, prejuicioso y gorila los estaba sometiendo. Y la acción del
Inadi es completamente entendible: después de que se le abrió la puerta al
matrimonio entre homosexuales, se le abrió la puerta a la educación gay, al
arte gay, a la economía gay, a la política gay, etc. Cuando muchos argentinos
decían en 2010 que les daba lo mismo que un homosexual se case con otro ya que
cada uno “tiene derecho de hacer con su culo un florero” no se percataban de
que al legalizar públicamente algo que sucede en privado estaban llevando la
degeneración de las alcobas directo a la lucha por el poder. Los hombres y las
mujeres mentalmente sanos de esta generación que simplemente no hicieron nada
por combatir la avanzada elegebetista, son culpables de haber permitido que la
mentira ingrese y se cuele en las escuelas. Por ello que un manual diga la
verdad de un modo tan contundente en Tucumán es motivo de escándalo para el
presidente de la FALGBT
en Buenos Aires.
El ómnibus de la vida fácil
Otra manifestación reciente de
impostura y prepotencia elegebetista tuvo como escenario Salta. Durante una
entrevista radial, el empresario Juan Collado, candidato a gobernador de esa
provincia por el PRO, protagonizó un furcio al responder sobre transporte público
a la pregunta “¿qué propuesta tiene para el Colectivo LGBT de Salta?” Cabía la
posibilidad de que Collado fuese un genio de la ironía, pero, de entrada, todo
indicaba que el episodio se trató de un mero error. Ello lo confirmó el propio
candidato a la gobernación, pero aún así no pudo evitar que los elegebetistas
de la provincia manifestaran su furia contra él: Rodrigo “Victoria” Liendro, un
funcionario municipal salteño, lo mandó a “desburrarse”, y Antonio Soria,
presidente de la rama local del Partido Socialista, le exigió a Collado que
ofrezca una disculpa pública por “ningunear” la “lucha” de estos degenerados.
Es obvio que los aberrosexuales
han llegado demasiado lejos cuando una situación cómica se convierte en un
intento de linchamiento. “Con la homosexualidad no se jode”. Es una cuestión
sagrada. Está solemnización de la práctica de introducir cosas por los
orificios diseñados para expulsarlas demuestra cuan serio es el asunto: siempre
se pagan las consecuencias de burlarse de un tirano.
Lo que confundió a Collado es que
en Salta el viaje en ómnibus es gratuito para estudiantes y jubilados. Por ello
creyó que le hablaban del colectivo gratis, y no de la comunidad LGBT. De todos
modos en Catamarca sucedió algo curiosamente relacionado a colectivos y
aberrosexuales: la Legislatura local sancionó una ley para que todos los enfermos de sida en la provincia puedan viajar gratis en los ómnibus urbanos.
El sida es un elemento esencial
de la agenda elegebetista, ya que siguen siendo los hombres homosexuales quienes
más padecen de esta enfermedad. ¿Acaso hay pases libres de colectivo para
diabéticos o calvos? No, porque ello sería estigmatizador para alguien que, en
definitiva, no padece de algo que lo haga muy diferente del resto de las
personas. Con el sida, según el discurso mismo de los elegebetistas, debería
ser igual. Sin embargo no lo es: ser un sidoso en Catamarca lo convierte a uno
en un privilegiado y no en un igual.
Y todo esto es un producto de la
perversa esquizofrenia que cultivan en este país nuestros elegebetistas:
quieren ser diferentes para gozar de toda clase de privilegios, y, al mismo
tiempo, quieren ser iguales para transmitirles al ortosexual una sensación de
culpabilidad que les garantice el gozo de esos beneficios completamente
inmerecidos. Juegan un doble juego (como ese de traicionar a la naturaleza e
intentar naturalizar esa traición) y nos obligan a ser parte de él.
Francisco Vergalito